No me gusta el dolor, no lo sé manejar. Me desespera ese vacío en el estomago, esa perdida de fé, esa desesperanza y ese sentimiento de que lo malo en mi vida se repite una y otra y otra vez. Nunca lo he manejado bien; siempre tomo, fumo, hago dietas, ejercicio, me distraigo, pero en este caso solo quería dormir... y no despertar hasta que todo estuviera en orden. Tomé demasiadas pastillas, tontamente no eran para dormir; era medicamento para diabetes. No es extraño que haya terminado en el hospital sudando frío, con demasiada hambre y sintiéndome estúpida. No cambió nada, ni me habló ni se fue el dolor, pero al menos me distraje. Un mes después aquí sigo, con la esperanza de que algo cambie. Es sorprendente esa parte necia que se niega a aceptar que alguien mas feo que yo se de el lujo de decirme que no. O tal vez no sea mas feo que yo.. ya no sé que tan fea me debería de sentir. Yo se que estoy gorda, pero creía que eso no era TAAAAAn importante. Hoy me puse unos pantalones que me favorecían, enchiné mi cabello, una blusa escotada, me maquillé; quería salir, comprobar mi teoría de que la vida sigue. Sin embargo no encontré plan.. ¿donde están mis amigos?. no me importó, yo ya estaba preparada. Salí a caminar: doce de la noche en la Ciudad de México, una mujer caminando sola en la colonia Condesa.. buscando algo, sin saber qué. No encontró nada, solo una banca para sentarse y fumar dos o tres cigarros... pidiendo a sus difuntos ayuda, mientras las lagrimas rodaban por su aún maquillados ojos. Nadie contestó.
Llevo noches rezando y repitiendo la conocida oración "Señor, dame fuerza para cambiar lo que puedo cambiar, la serenidad necesaria para aceptar lo que no puedo cambiar, y la sabiduría para distinguir entre ambas". Y hay veces que solo siento que Dios me ignora. Siento feo incluso escribirlo, no me quiero escuchar ingrata, pero un poco de ayuda no me caería nada mal. Sigo creyendo en él, sigo intentando hablar con mis difuntos abuelos, sigo con la esperanza de que algún día todo va a estar mejor; pero también sigo creyendo en el psiquiatra. ¿Hago mal? solo quisiera que la fe no doliera. Aquí estoy, desmaquillada, confesando aquellos miedos y esperanzas contradictorias. Con la intención de en unos días leerme de nuevo y que todo haya cambiado.